Hogar sin hogar

En las últimas semanas no paran de llegarnos mensajes de recuperación, de luz al final del túnel, de cifras macroeconómicas optimistas que auguran tiempos mejores. La realidad es que llevamos ya cinco años de crisis feroz y millones de ciudadanos han visto empeorar más que notablemente su día a día. Nos bombardean con cifras, gráficos y porcentajes. Podrán marearnos con la inflación o la deflación, con la recesión o con PIBs o IPCs. Pero a pie de calle… cómo puede saberse si las cosas efectivamente están mejorando?

Recientemente el Instituto Nacional de Estadística ha hecho público un dato que demuestra que la crisis sí está azotando fuerte y que, en caso de ser cierto que haya recuperación, en la calle no se palpa. Al contrario. En un año, en tan solo un año, se han destruido ochenta mil hogares en el estado español. Eso quiere decir, a una media de tres personas por hogar (por hacer una media) que en tan solo un año y redondeando, cerca de 250.000 personas han visto truncados sus sueños, es decir, han tenido que renunciar a un proyecto de vida que no saben si podrán reiniciar algún día. Esto, más que un dato demoledor, es una puñalada a los sentimientos más profundos de las personas. Esto, más que un dato ya de por sí demoledor, es la constatación que la codicia y la falta de escrúpulos de algunos han condenado a todas estas personas a la desesperanza, a la desilusión y a la falta de futuro. Es entonces cuando una pregunta resuena: ¿qué hay más lícito que las ilusiones, las esperanzas, los deseos?

Entre estas personas que se han visto obligadas a abandonar un importante pilar de su proyecto personal, señala la encuesta, hay inmigrantes que vuelven, emigrantes que se van, jóvenes y no tan jóvenes que vuelven a casa de los padres, familias que se reagrupan para compartir gastos… y también hay los que no aparecen en la estadística: los hogares que no se han podido crear porque los jóvenes no tienen trabajo y están condenados ahora mismo a no tener proyecto vital.

Triste. Muy muy triste.

Alrededor de 250.000 historias personales de frustración. Son muchas. Una por una. Qué caras hay detrás de estas cifras. Qué historias tienen. Qué futuro les espera. Cuál ha sido su delito. Cuánto tardarán en recuperarse. Como se ven. Cómo miran a su vida. Qué harán. Qué estarían haciendo. Qué sienten.

O es que ya no sienten?

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